viernes, 25 de julio de 2014

"La santa cena: símbolo de la anunciación de la muerte de nuestro Señor Jesucristo."

“La santa cena: símbolo de la anunciación de la muerte de nuestro Señor Jesucristo.”
Por: Rafael Carrasco 

Hablar de la santa cena, es hablar de una ordenanza divina, que el Señor Jesús nos ha dejado escrita en Su palabra: la Santa Biblia.

Veremos que, para participar de esta muy importante ordenanza, es necesario:
A.- Ser nacido de nuevo (haber aceptado a Cristo como Salvador personal).
B.- Ser bautizado en agua.

Para ser bautizado, la persona que bautizará debe orar primero por cada candidato a ser bautizado; luego, cada candidato, por turno, dará un testimonio público de fe en Jesús, y luego se procede a su bautismo.

La  Iglesia primitiva acostumbraba bautizar en agua a los recién convertidos, tan pronto como ellos confesaban a Cristo como su Salvador. Sin embargo, hoy en día esta costumbre dejó de usarse, dado que ahora se pospone el bautismo del recién convertido, a fin de “purgar” de la Iglesia a los falsos creyentes. Vemos que eso no va de acuerdo a la Biblia, y sería mejor seguir la dinámica de la Iglesia primitiva, aunque es seguro que el total de las Iglesias modernas rechazarían el modelo de la Iglesia primitiva.
Esto también conlleva a un problema a los recién convertidos que quisieran participar de la santa cena pues, sabiendo ellos que deben ser bautizados en agua primero, no los bautizan de inmediato a su conversión y, en consecuencia no pueden participar de tan importante ordenanza.
Lamentablemente para ellos, si participan de la santa cena sin bautizarse primero en agua, esos recién convertidos estarán comiendo y bebiendo juicio para sí.
1 de Corintios 11:29
“Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.”

Discernir el cuerpo del Señor es darle la importancia al mismo; en otras palabras, si participamos de la santa cena nada más para “calmar el hambre” que traemos en ese momento, en dicho caso pecaríamos y comeríamos y beberíamos juicio para nosotros mismos. Es mejor que cada participante de la santa cena ya venga comido de su casa o de la calle.


1 Co. 11:34ª
“Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio.”

Cuando un creyente cae en este pecado, debe ponerse de inmediato a cuentas con Dios, para que el Señor perdone su pecado y le vuelva a dar la paz de Cristo en su alma, la cual es la señal inequívoca del perdón divino para con el creyente pecador.
Isaías 1:18
“Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.”

Es en verdad preocupante que muchos participantes de la santa cena vienen a tomarla trayendo hambre; y esto sólo puede ser obra del diablo, porque él sabe qué tan importante es para los creyentes obedecer esta ordenanza divina, y ha infiltrado para ello, en la Iglesia, falsas enseñanzas con respecto a la santa cena, que han lamentablemente han sido utilizadas por mucho tiempo, y trasladadas de generación en generación sin que alguien se preocupe por escudriñar más sobre esta poderosa enseñanza.
El diablo también sabe que el creyente se asegura para la segunda venida de Cristo, que afirma su salvación y que recibe, durante la ministración de la santa cena, los beneficios del cuerpo y de la sangre de Jesús para su perdón, su sanidad y su liberación.
La obra de “separar la cizaña del trigo”, le corresponde sólo a Cristo quien, en el día de Su segunda venida, enviará a Sus ángeles para que se encarguen de dicha tarea.
Mateo 13:24-30
“Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?
El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.”

Por lo tanto, a nosotros los creyentes no nos toca andar sacando de la Iglesia a los falsos creyentes y a los recién convertidos no bautizados en agua, para evitar que participen de la santa cena. Lo que sí debemos hacer es concientizar a los recién convertidos que aun no han sido bautizados en agua, a que esperen su bautismo primero, y luego podrán participar junto con toda la Iglesia de la santa cena. En cuanto a los falsos creyentes, es su responsabilidad ante Dios si participan de la santa cena. Toda la Iglesia, antes de tomar la santa cena, debemos ponernos a cuentas con el Señor.

Además de concientizar a los nuevos creyentes no bautizados en agua, también hay que decirles que deben acudir a un curso especial para que ellos sepan qué es el bautismo y qué necesitan para ser bautizados.
Vale la pena decirles también que, una vez que estén capacitados para participar de la santa cena con toda la Iglesia, es necesario que antes de dicha participación ellos también se pongan a cuentas con Dios, para que no participen de ella indignamente.

Esto de “tomar la cena del Señor indignamente”. Se refiere a considerar esta ordenanza divina como una comida común y corriente; es no estar consciente de su solemne significado.
1 Co. 11:27
“De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.”

Para entender la relación que hay entre el bautismo y la santa cena, hay que hacer referencia al Antiguo Testamento, porque ciertamente hay continuidad entre la Iglesia de ese tiempo con la Iglesia del Nuevo Testamento.

El pueblo de Dios, en el Antiguo Testamento, tenía ordenanzas como: A.- La circuncisión y
B.- La celebración de la pascua.
Éxodo 12:43-44
“Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Esta es la ordenanza de la pascua; ningún extraño comerá de ella. 
Mas todo siervo humano comprado por dinero comerá de ella, después que lo hubieres circuncidado.”

Ahora bien, el pueblo de Dios, en el Nuevo Testamento, tiene por ordenanzas:
A.- El bautismo y
B.- La santa cena.
Hechos 2:41
“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
1 Corintios 10:16-17
“La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan.” 

Ahora veamos la relación, a detalle, entre las ordenanzas del Antiguo y del Nuevo Testamentos, para la Iglesia del Señor:

Antiguo Testamento.                                Nuevo Testamento.

Cordero.                                                     Pan.
(Tipo de Cristo.)                                        (Símbolo de Cristo.)

Sangre.                                                        Fruto de la vid.
(Para perdón.)                                           (Símbolo de la sangre.)

Lucas 22:18
“porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.”


Panes sin levadura.                               Vidas sin la levadura del
                                                                        pecado.

Estando circuncidado.                            Estando bautizado.
(Señal externa de purificación                Señal externa de purifica-
Y pertenencia al pueblo de Dios.)           ción y pertenencia al pue-
                                                           blo de Dios.)

En sí, el patrón es el mismo, sólo que modificado por Cristo, ahora en el Nuevo Testamento.




Mateo 28:18-20
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”

Dios estableció “mecanismos de ayuda” para Su amada Iglesia, para ayudarnos a limpiar el pecado, y a permanecer así unidos a Él.
Entre esos mecanismos de ayuda, está la santa cena, la cual mantiene a la Iglesia de Cristo preparada para Su segunda venida y, además, está dentro de las cosas que Jesús quiso que nosotros, Sus discípulos, enseñásemos a los nuevos creyentes.
Ahora vemos con más claridad cuán importante es el que participemos los creyentes en la cena del Señor.
Juan 15:6
“El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.”

Es común ver que cada denominación cristiana busca sustentar su propia práctica, en su comprensión de la enseñanza bíblica.
Para “algunas” Iglesias, los únicos que tienen derecho a participar en  la santa cena, son “sus propios miembros”. Estas Iglesias se basan, para sustentar su práctica, en:
1 Corintios 11:18-19
“Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. 
Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados.”

Otras Iglesias, en cambio, invitan a participar de la santa cena a todos los creyentes “de buen testimonio”.

Para llevar a cabo en forma correcta el desarrollo de esta ordenanza divina, debemos primeramente:
A.-Abrir nuestro corazón a Dios, para poder recibir este misterio de la santa cena, como revelación.

B.- El pan toma el lugar del cuerpo de Cristo, y vale la pena reconocer que es la oportunidad de recordar lo que Cristo hizo por nosotros, y lo que Él es para nosotros.

1 Corintios 11:23-24
“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 
y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.” 

C.- La copa es el símbolo del nuevo pacto que Dios tiene con Su pueblo, a través de Cristo, así como del tiempo del cambio de sacerdocio, y del cambio de la ley de culto.

En sí, un pacto establecido sobre mejores promesas; un pacto sin defecto, el cual nos permite entrar al lugar santísimo por la sangre de Cristo.
1 Corintios 11:25
“Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre;  haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.”

Hebreos 4:16
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”

Hebreos 8:13
“Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.”

D.- La ministración de la santa cena debe hacerse “todas las veces que nos sea posible llevarla a cabo”.
1 Corintios 11:26
“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.”

Esto de “todas las veces” indica que el Señor Jesús nos deja libertad de ministrar la santa cena cuantas veces nos sea posible llevarla a cabo; asimismo, vale la pena también recordar la obra de Jesús sobre la cruz del Calvario, así como Su inminente segunda venida.
En ningún momento quiere el Señor Jesús que nos quedemos sin participar en la santa cena.
1 Corintios 11:28
“Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.” 

Es necesario que nos examinemos a nosotros mismos; es decir, que consideremos cómo está nuestra relación con Dios para, antes de participar en la santa cena, ponernos a cuentas con Él. En otras palabras: debemos arrepentirnos de nuestras faltas delante de Dios, y suplicar Su perdón, para no ser indignos de participar en Su santa cena. 1 Corintios 11:31-32
“Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados;
mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.”

Para terminar: tengamos siempre la precaución de arrepentirnos de nuestras faltas ante el Señor y de suplicar Su perdón, para librarnos de castigados por Él.

Dios les bendiga.


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