viernes, 25 de julio de 2014

"Cuarta palabra de Jesús."

“CUARTA PALABRA DE JESÚS.”
Por: Rafael Carrasco 

Marcos 15:34 “Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

Aquí vemos un cuadro sumamente dramático: es la viva expresión de alguien a quien se le ha abandonado a su suerte, en medio de un problema gigantesco. Es como si una persona naufragara en medio de una tempestad en mar abierto; un cuadro dramático donde el náufrago pierde toda esperanza de ser ayudado o rescatado; un cuadro dramático de angustia extrema.

En el caso de Jesús era una terrible combinación de angustia extrema con dolor extremo.

Hizo tal clamor en idioma arameo, para que los que estaban presentes no lo entendieran, porque Jesús, en ese momento, quería privacidad con Su Padre Celestial.

Jesús sabía que tenía que llevar a cabo ese acto redentor de morir sobre la cruz para que todos los seres humanos fuéramos salvos de la condenación eterna en el infierno, pero se sintió tan solo en ese momento, que Su Padre Celestial le dio la espalda, puesto que, como Él es santo, y Jesús tenía sobre Sí mismo los pecados y las enfermedades de todos los seres humanos, no podía mirar a Su Hijo directamente, hasta no haber Jesús consumado Su acto redentor.

Era la hora novena, según el pasaje bíblico donde se encuentra esta Palabra de Jesús, la última de las horas en que había tinieblas sobre toda la Tierra, las cuales significan la indignación del Padre Celestial por las afrentas sufridas por Su Hijo, pero que, con todo el dolor de Su corazón, decidió delegar en Su Hijo Jesús el que diera Su preciosa vida por todos los seres humanos, y así vencer a Satanás en público.

Aplicando este suceso a nuestras vidas, podría decirles que debemos ser obedientes a todo lo que nuestros padres nos manden, sean ellos buenos o malos. Es cierto que ningún ser humano es perfecto, así también podemos ver que ni nuestros padres ni nosotros los hijos somos perfectos, pero es de muy alta estima, a los ojos de Dios, el que nosotros hijos seamos obedientes a nuestros padres.

Dios les bendiga.


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