“Lo que todos debemos saber acerca de la muerte.”
Por:
Rafael Carrasco.
Si algo es verdad, es que mucha gente no
quiere saber, ni aun oír algo acerca de la muerte. Y eso, porque teme morir y
también porque ignora qué hay después de ella.
En sí, a la muerte la define la Biblia como: “separación de
Dios”.
Sabemos que la palabra “muerte”, está
escrita en la Biblia
más de 300 veces.
Se le usa de diferentes maneras en la Biblia.
Jesús la ha comparado como “un sueño”.
Juan 11:11-14
11:11 Dicho esto, les dijo después: Nuestro
amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.
11:12 Dijeron entonces sus discípulos:
Señor, si duerme, sanará.
11:13 Pero Jesús decía esto de la muerte de
Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.
11:14 Entonces Jesús les dijo claramente:
Lázaro ha muerto;”
Aunque la palabra muerte significa
básicamente “separación de Dios”, identificada como “sueño”, está mencionada
así más de 50 veces en la Biblia.
El sueño es un estado de inconsciencia, en
el cual la persona que duerme no tiene noción del tiempo ni de lo que sucede
a su alrededor.
El intervalo entre la muerte y la
resurrección, está descrita en la
Biblia como “un sueño”.
Morir es como ir a dormir, y el próximo
pensamiento consciente que uno podría tener será cuando a uno el Señor lo
resucite y le dé a uno, de esta manera, la vida de vuelta.
Cuando una persona desobedece a Dios, muere.
Génesis 2:16-17
2:16 “Y mandó Jehová Dios al hombre,
diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;
2:17 mas del árbol de la ciencia del bien y
del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.”
En el pasaje anterior, está implícita la
consecuencia a la desobediencia: la muerte.
Cuando Adán desobedeció a Dios, no murió
físicamente ese mismo día, pero Jehová lo sacó del huerto de Edén.
Génesis 3:23-24
3:23 “Y lo sacó Jehová del huerto del
Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.
3:24 Echó, pues, fuera al hombre, y puso al
oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía
por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.”
De esa manera, Adán “murió”, al ser
separado del favor de Dios.
Fue una muerte espiritual.
Cuando una persona aun no acepta a Cristo
como su Salvador personal, aun está muerta espiritualmente.
Romanos 6:23
“Porque la paga del pecado es muerte,
mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Es lamentable saber que el estar separado
(muerto espiritualmente) el ser humano de Dios, viene desde el momento en que
Adán fue separado del favor de Dios en el huerto de Edén.
En otras palabras, es una muerte espiritual
generacional; es decir, de generación en generación.
Por eso es que se dice en Romanos 3:23
“por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,”
La palabra “todos” en este pasaje bíblico,
significa toda la humanidad, puesto que todos los seres humanos somos
descendencia de Adán.
Una persona deja de estar muerta
espiritualmente, cuando esa persona acepta a Jesús como su Salvador personal.
En ese momento, esa persona vuelve a acercarse a Dios, y recibir Sus
bendiciones y misericordias.
Isaías 55:6-7
55:6 “Buscad a Jehová mientras puede ser
hallado, llamadle en tanto que está cercano.
55:7 Deje el impío su camino, y el
hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de
él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.”
Hay una cosa muy curiosa: cuando uno acepta
a Cristo como su Salvador personal, “muere también”, espiritualmente, al
pecado, y resucita a una vida eterna con Jesús.
Es cierto que está establecido que todo
ser humano muera físicamente, pero
un sola vez.
Hebreos 9:27
“Y de la manera que está establecido para
los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio,”
Sí, moriremos físicamente, pero
luego seremos resucitados por Cristo para ser juzgados por Él, en Su tribunal.
Romanos 14:12
“De manera que cada uno de nosotros
dará a Dios cuenta de sí.”
Romanos 14:10
“Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano?
O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos
compareceremos ante el tribunal de Cristo.”
El tribunal de Cristo será un lugar de
juicio para todos los seres humanos. Los hijos de Dios seremos primeramente
juzgados por Cristo, evaluando Él nuestras obras aquí en la Tierra , mientras estuvimos
vivos, obviamente.
Luego, juzgará a la gente que no quiso
Aceptarlo como su Salvador personal.
Se hace, pues, necesario que cada persona
se ponga a cuentas con Dios, para ser libre de la condenación eterna.
Isaías 1:18
“Venid luego, dice Jehová, y estemos a
cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán
emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca
lana.”
Cuando una persona vive en los placeres del
mundo, espiritualmente está muerto. Sabemos de hecho que obedecer
al mundo (esto es, a todo placer que agrade a nuestro cuerpo) y obedecer a Dios
al mismo tiempo, no es posible.
Mateo 6:24
“Ninguno puede servir a dos
señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará
al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”
1 de Timoteo 5:6
“Pero la que se entrega a los placeres,
viviendo está muerta.”
Aquí se habla de la gente que prefiere
satisfacer sus placeres, que humillarse a aceptar a Cristo como su Salvador
personal.
Hay que recordar que la soberbia del ser
humano es aborrecida por Dios, y el ser humilde de corazón Le agrada.
Cuando una persona muere físicamente sin
haber aceptado a Cristo como su Salvador personal, está perdida.
En el juicio final que Dios ejecute sobre
esa persona, esa persona estará separadamente para siempre de Dios.
No podemos evitar la muerte física, pero sí
podemos evitar la muerte espiritual.
Debemos aprender a morir al pecado,
reconociendo en oración a Dios que somos pecadores; luego, confesar nuestros
pecados a Dios y finalmente aceptar a Cristo como nuestro Salvador personal.
Cuando uno acepta a Cristo como su Salvador
personal, lo hace estando arrepentido sinceramente.
Arrepentimiento es un cambio de actitud
hacia el pecado; en otras palabras, es dar la espalda al pecado y sus placeres,
y seguir a Jesús.
Me despido con esta reflexión: ¿qué planes
tiene usted para su vida? ¿Está entre sus planes aceptar a Cristo como su
Salvador personal, o seguir alimentando sus placeres pecaminosos?
Usted elige, nadie lo hará por usted.
Dios les bendiga.
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