viernes, 25 de julio de 2014

“¿Aprueba Dios la usura?”

“¿Aprueba Dios la usura?”
Por: Rafael Carrasco

En esta ocasión, voy a hablar de un tema, el cual es un problema con el que nos encontramos cada vez que solicitamos un préstamo, o compramos algo a crédito: estoy hablando de la usura.

A la usura la define el diccionario como: Interés excesivo en un préstamo.

La usura ha sido y es una práctica abusiva por parte de muchos prestamistas, y también por parte de muchos comerciantes. Es un verdadero atentado en contra de la economía individual y familiar.
A los prestamistas y a  muchos comerciantes, lo único que les interesa es obtener jugosas ganancias, cada vez que ellos realizan una operación de préstamo o una venta a crédito.
Las tasas de interés que ellos usan generalmente son las más altas del mercado, como si desconfiaran de que sus clientes fueran a quedar mal en sus pagos.

No voy a meter mis manos al fuego por muchos clientes, porque también hay muy conocidos casos de clientes fraudulentos que, en la fecha en que deben realizar el pago correspondiente, no lo hacen, y buscan esconderse de sus acreedores.
En muchos de los casos, los acreedores han tenido que llegar al embargo de algún bien mueble o inmueble para saldar la deuda contraída por el cliente fraudulento.

Naturalmente, para que un prestamista o un comerciante autoricen un préstamo o un crédito respectivamente, ellos piden algo en garantía por la deuda contraída por los clientes, ejemplo: la factura o título de un automóvil, o las escrituras de una casa.

Cuando una persona va donde un prestamista a empeñar algo a cambio de dinero, generalmente el prestamista entrega una cantidad de dinero menor que el valor real de lo empeñado (porque el prestamista sabe cuánto es el valor real de lo empeñado) y le da un plazo al cliente para que rescate lo empeñado, pagando el dinero prestado más el correspondiente interés, que es la ganancia para el prestamista. Vencido dicho plazo, si el deudor no paga, entonces el empeño pasa a poder del prestamista, y él lo puede poner en venta para recuperar el dinero prestado más el interés fijado.

Vivir de prestar dinero o de ser un comerciante que ofrezca créditos a cambio de un excesivo interés, no agrada a Dios.



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