domingo, 27 de julio de 2014

"Los malos pensamientos y la honra a los padres, aunque ellos sean malos."

“Los malos pensamientos y la honra a los padres, aunque ellos sean malos.”
Por: Rafael Carrasco 

¡Qué privilegio que los seres humanos seamos racionales! La mente está asociada con el alma y con el corazón, adjetivos que la Biblia usa en ocasiones significando a la propia mente.

Los pensamientos de todas las personas sólo son conocidos por Dios. En cuanto a que nosotros queramos revelar nuestros pensamientos a otras personas, está en nosotros hacerlo pues, aparte de Dios, nadie más los sabe.
¿Y por qué tiene Dios que saber nuestros pensamientos? Por la razón de que Él es nuestro Creador.
No es lógico pensar que alguien que crea algo no sepa a fondo cómo es su creación, porque si esa creación se descompone, el creador sabe cómo repararla; sabe exactamente qué es lo que le pasa.
Por eso es necesario que el creador conozca a fondo su creación.

Como Dios nos conoce a fondo por ser Su creación, y nos ama, por eso Él nos disciplina para que no nos apartemos de Sus caminos.
Hebreos 12:7
“Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” 

En la mente se hacen los planes, se generan nuevas ideas y se analizan todas las señales que percibimos. En fin, ¿qué no pasa por la mente?
Los pensamientos son muy variados; tenemos sueños, ilusiones, metas, etc.
Entre los pensamientos, hay algunos que son tan negativos, que Dios los desaprueba totalmente: el deseo de venganza.
Proverbios 24:29
“No digas: Como me hizo, así le haré; 
Daré el pago al hombre según su obra.”
Romanos 12:19
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.”
Hebreos 10:30
“Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo.”

Es también en la mente donde se conciben los malos pensamientos que tanto daño hace al hombre.
Mateo 7:21-23
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”

Y precisamente, es en la mente donde Satanás trabaja con más ahínco, al utilizar cientos de motivaciones para inducirnos al mal: a veces, una imagen; a veces, una palabra, una película, un programa de televisión, una página de Internet, ciertas actitudes en las personas con las que convivimos, etc.
En pocas palabras: los malos pensamientos lesionan nuestra relación con Dios.
1 de Juan 3:15
“Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.” 

No en vano, Cristo dijo lo siguiente:
Lucas 9:23
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”

El anterior pasaje significa que si verdaderamente queremos seguir a Cristo, debemos necesariamente renunciar a nuestro “yo”, y someternos a Su voluntad.

Ahora bien, como ya hemos analizado los pensamientos, estudiemos seguidamente nuestra relación con nuestros padres.

Nadie pedimos venir al mundo, ni tampoco escogimos a nuestros padres. Pero aun así, la Biblia nos manda honrarlos; es decir, amarlos y respetarlos, aunque ellos sean malos.
Efesios 6:2-3
“Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa;
para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.”

Dicho este pasaje en otras palabras: da a tus padres lo que les vayas a dar, con abundancia, y sé agradecido con ellos.
El agradecimiento a nuestros padres implica: amor, provisión y respeto.

La frase en el pasaje anterior: “con promesa”, significa con valor agregado ofrecido por Dios.

El mandamiento anterior es para todos los hijos, buenos y malos. Es Dios mismo quien nos habla y nos manda hacer así a nuestros padres.

Si nuestros padres son buenos o son malos, sabemos de hecho que cada uno de los seres humanos daremos cuenta a Dios de sí mismo, en el momento en que Cristo así lo indique.
Romanos 14:12
“De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.” 

Nosotros los hijos nos sentiremos espiritualmente bastante bien, después que hayamos obedecido a Dios con respecto a nuestros padres.
2 de Timoteo 2:15
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.”

Hay hijos que crecen con un rencor hacia sus padres por la manera en que los trataron cuando niños, pero Dios nos manda honrarlos, y para ello hay 3 formas de lograrlo:

1er. Paso: Amar a nuestros padres y perdonarlos, si nos han fallado como tales, así como Dios nos ama y nos ha perdonado todos nuestros pecados.
Mateo 5:43-44
“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;”
Romanos 5:8
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”

2do. Paso: No condenar a nuestros padres, aun cuando sus acciones sean reprobables ante los ojos de Dios y del mundo, ya que el mismo Jesús nos lo manda.
Lucas 6:37
“No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.”

Sé que es herir el orgullo personal perdonar a alguien que nos ofendió, pero Dios es el que manda, y nos guste o no, debemos hacerlo. Al fin de cuentas, nosotros y nuestros padres saldremos ganando.

3er. Paso: Buscar sanidad espiritual a través del Espíritu Santo, permitiendo que Él utilice esta experiencia para formarnos y fortalecernos.
Efesios 6:1
“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.”
Romanos 8:28
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” 

Por tanto, para estar bien con Dios, tenemos que pagar un precio y, en este caso, es el de honrar a nuestros padres y perdonarles sus fallas para con nosotros.

Dios les bendiga.

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