domingo, 29 de marzo de 2015

"¿Qué tan dañina es la envidia?"



“¿Qué tan dañina es la envidia?”

Por: Rafael Carrasco.

La envidia es tan común, que la mayoría de la gente la padece en algún grado. Inclusive, queda inmortalizada en la tradición popular del refrán: “Si la envidia fuera flor, mi barrio sería un jardín.”

A la envidia se le define como: La incapacidad de alegrarse con el éxito o triunfo del prójimo.

La envidia es tan antigua como el género humano. Caín mató a Abel por envidia.
Génesis 4:2-10
4:2 “Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra.
4:3 Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová.
4:4 Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda;
4:5 pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.
4:6 Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?
4:7 Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.
4:8 Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.
4:9 Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?
4:10 Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.”

A Jesús lo mataron por envidia.
Mateo 27:18
“Porque sabía que por envidia le habían entregado.”

La envidia hace mirar al éxito ajeno como fracaso propio. El envidioso tiene los sentimientos invertidos, en oposición a la Palabra de Dios, porque se entristece con el bien, los éxitos y el triunfo de otro, y se alegra cuando el otro fracasa.

La envidia es un cáncer espiritual, el cual corroe el corazón y los huesos. Es una verdadera enfermedad del alma, la cual hay que confesarla como pecado y pedirle a Dios la sanidad interior.
Proverbios 14:30
“El corazón apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos.”

Lo que Salomón quiso decir en el pasaje bíblico anterior, es que la envidia penetra hasta nuestros huesos, contaminando así el interior de nuestro cuerpo, y extendiéndose por las partes de nuestra personalidad moral y espiritual.

De tal forma asentada y diluida en nuestro ser trinitario (cuerpo, alma y espíritu), la envidia va royendo y taladrando nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro espíritu: la vida entera.

El ser envidioso, lo convierte a uno en un ser atormentado y acomplejado, porque la envidia es uno de los poquísimos pecados que “no produce placer a quien lo comete”.

El envidioso no disfruta de nada; al contrario, se mortifica a sí mismo.

La persona que murmura es aquella que habla entre los dientes, manifestando queja o disgusto por algo. Además, el murmurador puede hablar en perjuicio de un ausente, censurando las acciones del ausente.
Este tipo de persona nunca confesará que es así pero, en el fondo de su murmuración, está la envidia.
Hechos 7:9
“Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él,”

Generalmente, al envidioso le atormenta más lo que posee el otro, que lo que a él le falta.

De hecho, la envidia, como causa de la murmuración, la vemos en:
Números 12:1
“María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita.”

Números 12:3
“Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra.”

Salmos 106:16
“Tuvieron envidia de Moisés en el campamento, Y contra Aarón, el santo de Jehová.”

Nadie  puede sostenerse delante de la envidia, ni delante de la murmuración.

Proverbios 27:4
“Cruel es la ira, e impetuoso el furor; Mas ¿quién podrá sostenerse delante de la envidia?”

La envidia acorta la vida y hace envejecer prematuramente.

Pablo le habla a Tito, explicándole que todos, si no nos sanamos interiormente con la gracia de Cristo, vivimos sujetos a la envidia y a todo tipo de enfermedades espirituales.
Tito 3:3
“Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.”

Para concluir: Debemos implorar a Dios que nos sane de la envidia, para que así podamos alegrarnos del bien ajeno, vivir libres, felices y satisfechos con lo que tenemos y somos.
Hebreos 13:5
“Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré;”

Dios les bendiga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario