domingo, 3 de agosto de 2014

"El pecado de la mentira."

“El pecado de la mentira.”

Por: Rafael Carrasco

La honestidad es como la buena mezcla para pegar los ladrillos de la civilización. Sin ella, es difícil comerciar en cualquier tipo de economía.
No podría existir la fianza entre los comerciantes. Además, sin ella es dudable que tengamos una familia feliz.
El amor sufre a causa de la desconfianza. Sin la honestidad, la política estuviera en peligro; los ciudadanos no confiarían en sus gobernantes, ni tampoco los gobernantes en los ciudadanos.
Sin la honestidad, la instrucción en varias ciencias y artes y la investigación imparcial se desvanecen. En su lugar sólo quedarían las sospechas, las dudas y la desesperación.

¿Cómo entonces podríamos decidir las cuestiones más importantes de la vida, si todas las fuentes de información estuvieran corrompidas?
Por lo tanto, la honestidad es la virtud principal sobre la cual todos los otros valores éticos descansan.

Una persona llamada Sissela Bok escribió lo siguiente: “el decir mentiras es un método para ganar el poder sobre otras personas por medio de manipulación en varias maneras.”

La Biblia advierte en Apocalipsis 21:8 contra los practicantes de la mentira:
“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.”

Meditemos en este rompecabezas: si uno dice: “soy mentiroso, ¿está mintiendo o diciendo la verdad?
Si uno es honesto al responder, la respuesta sería: soy mentiroso, porque muchas personas mienten sin algún dolor de conciencia.

Pero algunas personas tratan de distinguir entre una mentira dañina y una mentira piadosa.

La cosa es que, para mí, una mentira piadosa o cualquier mentira es una mentira dañina, se mire por donde se mire.

La Biblia condena todo tipo de mentiras. La piedad siempre acompaña a la honestidad, no a la mentira.

Y a más de esto, también en la Biblia se nos manda orar por nuestros gobernantes, sean ellos como sean.

1 de Timoteo 2:2
“por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.”

En Exodo 20:16 se nos manda:
“No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.”

Sabemos que cuando, por ejemplo, vamos a un juzgado a la Corte para servir como testigos de algo, generalmente se nos hace jurar o protestar decir la verdad, de manera que si mentimos bajo juramento seremos castigados judicialmente hablando, pero a la vez, el hecho de pecar, jurando o no, ya es pecado.

En Levítico 19:11 dice:
“No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro.”

Dios quiere que siempre digamos la verdad, y no inventando mentiras.
El origen de la mentira data de cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios en el huerto de Edén. Convencidos por el diablo de que serían como Dios, conociendo el bien y el mal, nació la curiosidad en ellos y decidieron desobedecer a Dios. Eso en realidad fue un tonto desafío que ellos hicieron a su Creador, que ya todos sabemos qué sucedió después: fueron expulsados del paraíso, y no fueron ya perfectos ni inmortales, y sin derecho a volver al paraíso en la condición en que ellos estaban.
A esa pareja “también se les contagió” lo mentiroso del diablo, queriéndose justificar ante Dios. Es como el juego de “yo no fui”, pero para el caso, Dios castigó por igual a los 3 culpables, empezando por el diablo, siguiendo por Adán y terminando por Eva.

Vamos a ver ahora qué opina Dios del diablo: Juan 8:41-45
“Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios.
 Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió.
¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.
Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis.”

Ahora vamos a analizar el otro lado de la moneda: la verdad. La verdad es Jesús, como Él mismo lo declaró en Juan 14:6
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”

No mentir es parte de la naturaleza de Dios. Tito 1:2
“en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos,”

Y una vez más en Colosenses 3:9 se nos manda a no ser mentirosos.
“No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,”

Y en Proverbios 12:22
“Los labios mentirosos son abominación a Jehová;
Pero los que hacen verdad son su contentamiento.”

Filipenses 4:8
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.”

Algunos hermanos en la fe opinan que los pastores, los misioneros y los líderes deben decir la verdad solamente a otros cristianos. Eso es un grave error. Quienes somos siervos y siervas del Dios Altísimo no tenemos razón alguna para seleccionar a quién decirle la verdad y a quién decirle mentiras; todo el tiempo debemos ser veraces.
En otras palabras, debemos ser honestos para con todos.

1 de Pedro 2:12
“manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.”

Hablar la verdad es cuestión de un principio básico para el cristiano, pues Dios escucha cada pensamiento que surge en nuestra mente y oye también las palabras que decimos.
Por lo tanto, aunque posiblemente yo pueda mentir sin que otra persona me descubra, no debo olvidar que Dios sí me está observando y escuchando, y a Él no puedo engañarlo.
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.”

Si todos los cristianos fuéramos mentirosos, estaríamos dando un testimonio devastador de nosotros mismos a toda la sociedad.

Tito 1:16
“Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.”

¡Qué triste es que muchas personas sean engañadas por las mentiras, como pueden ser falsas doctrinas!
La honestidad es esencial para la civilización, la felicidad y la salvación del alma.

Si miento bajo juramento, probablemente iría a la cárcel o pagaría una multa; si miento a mi pareja, puedo destruir mi matrimonio; pero si miento a Dios, y no me arrepiento, mi alma puede ir a dar al lago de fuego.

Para solucionar de raíz el problema de la condición espiritual actual del ser humano, originado por la desobediencia de Adán y Eva, Dios tuvo que tomar una muy difícil decisión: enviar a Su propio Hijo Jesucristo a morir en nuestro lugar para rescatarnos y, a la vez, reconciliarnos con Dios el Padre.

Si usted aún no ha recibido a Jesús en su vida, y vive todavía en la mentira del pecado, acérquese a Jesús, con una oración sencilla como ésta, por ejemplo:

“Señor y Padre: vengo delante de Ti arrepentido de toda mi maldad. Te ruego permitas a Tu Hijo Jesús entrar a mi vida, y me haga una persona nueva, útil para toda buena obra y, sobre todo, para glorificarte a Ti. Amén.”

No pierda el tiempo viviendo en la mentira del pecado ni tampoco diciendo mentiras. Recuerde que Cristo espera por usted mientras usted aún vive, porque después de muerto ya nada se puede hacer.


Dios les bendiga.

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