“El pecado de la mentira.”
Por: Rafael Carrasco
La honestidad
es como la buena mezcla para pegar los ladrillos de la civilización. Sin ella,
es difícil comerciar en cualquier tipo de economía.
No podría
existir la fianza entre los comerciantes. Además, sin ella es dudable que
tengamos una familia feliz.
El amor
sufre a causa de la desconfianza. Sin la honestidad, la política estuviera en peligro; los ciudadanos
no confiarían en sus gobernantes, ni tampoco los gobernantes en los ciudadanos.
Sin la
honestidad, la instrucción en varias ciencias y artes y la investigación
imparcial se desvanecen. En su lugar sólo quedarían las sospechas, las dudas y
la desesperación.
¿Cómo entonces podríamos
decidir las cuestiones más importantes de la vida, si todas las fuentes de
información estuvieran corrompidas?
Por lo tanto,
la honestidad es la virtud principal sobre la cual todos los otros valores
éticos descansan.
Una persona
llamada Sissela Bok escribió lo siguiente: “el decir mentiras es un método para
ganar el poder sobre otras personas por medio de manipulación en varias
maneras.”
“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas,
los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su
parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.”
Meditemos en este rompecabezas: si uno dice: “soy mentiroso,
¿está mintiendo o diciendo la verdad?
Si uno es honesto al responder, la respuesta sería: soy
mentiroso, porque muchas personas mienten sin algún dolor de conciencia.
Pero algunas personas tratan de distinguir entre una mentira
dañina y una mentira piadosa.
La cosa es que, para mí, una mentira piadosa o cualquier
mentira es una mentira dañina, se mire por donde se mire.
Y a más de esto, también en la Biblia se nos manda orar
por nuestros gobernantes, sean ellos como sean.
1 de Timoteo 2:2
“por los reyes y por todos los que están en eminencia, para
que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.”
En Exodo 20:16 se nos manda:
“No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.”
Sabemos que cuando, por ejemplo, vamos a un juzgado a la Corte para servir como
testigos de algo, generalmente se nos hace jurar o protestar decir la verdad,
de manera que si mentimos bajo juramento seremos castigados judicialmente
hablando, pero a la vez, el hecho de pecar, jurando o no, ya es pecado.
En Levítico 19:11 dice:
“No hurtaréis, y
no engañaréis ni mentiréis el uno
al otro.”
Dios quiere que siempre digamos la verdad, y no inventando
mentiras.
El origen de la mentira data de cuando Adán y Eva
desobedecieron a Dios en el huerto de Edén. Convencidos por el diablo de que
serían como Dios, conociendo el bien y el mal, nació la curiosidad en ellos y
decidieron desobedecer a Dios. Eso en realidad fue un tonto desafío que ellos
hicieron a su Creador, que ya todos sabemos qué sucedió después: fueron expulsados
del paraíso, y no fueron ya perfectos ni inmortales, y sin derecho a volver al
paraíso en la condición en que ellos estaban.
A esa pareja “también se les contagió” lo mentiroso del
diablo, queriéndose justificar ante Dios. Es como el juego de “yo no fui”, pero
para el caso, Dios castigó por igual a los 3 culpables, empezando por el
diablo, siguiendo por Adán y terminando por Eva.
Vamos a ver ahora qué opina Dios del diablo: Juan 8:41-45
“Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le
dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es
Dios.
Jesús entonces les
dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios
he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió.
¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar
mi palabra.
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de
vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha
permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de
suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.
Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis.”
Ahora vamos a analizar el otro lado de la moneda: la verdad.
La verdad es Jesús, como Él mismo lo declaró en Juan 14:6
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí.”
No mentir es parte de la naturaleza de Dios. Tito 1:2
“en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no
miente, prometió desde antes del principio de los siglos,”
Y una vez más en Colosenses 3:9 se nos manda a no ser
mentirosos.
“No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del
viejo hombre con sus hechos,”
Y en Proverbios
12:22
“Los labios mentirosos
son abominación a Jehová;
Pero los que hacen verdad son su contentamiento.”
Pero los que hacen verdad son su contentamiento.”
Filipenses 4:8
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo
honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen
nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.”
Algunos hermanos en la fe opinan que los pastores, los
misioneros y los líderes deben decir la verdad solamente a otros cristianos.
Eso es un grave error. Quienes somos siervos y siervas del Dios Altísimo no
tenemos razón alguna para seleccionar a quién decirle la verdad y a quién
decirle mentiras; todo el tiempo debemos ser veraces.
En otras palabras, debemos ser honestos para con todos.
1 de Pedro 2:12
“manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los
gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores,
glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas
obras.”
Hablar la verdad es cuestión de un principio básico para el
cristiano, pues Dios escucha cada pensamiento que surge en nuestra mente y oye
también las palabras que decimos.
Por lo tanto, aunque posiblemente yo pueda mentir sin que
otra persona me descubra, no debo olvidar que Dios sí me está observando y
escuchando, y a Él no puedo engañarlo.
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que
el hombre sembrare, eso también segará.”
Si todos los cristianos fuéramos mentirosos, estaríamos dando
un testimonio devastador de nosotros mismos a toda la sociedad.
Tito 1:16
“Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan,
siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.”
¡Qué triste es que muchas personas sean engañadas por las
mentiras, como pueden ser falsas doctrinas!
La honestidad es esencial para la civilización, la felicidad
y la salvación del alma.
Si miento bajo juramento, probablemente iría a la cárcel o
pagaría una multa; si miento a mi pareja, puedo destruir mi matrimonio; pero si
miento a Dios, y no me arrepiento, mi alma puede ir a dar al lago de fuego.
Para solucionar de raíz el problema de la condición
espiritual actual del ser humano, originado por la desobediencia de Adán y Eva,
Dios tuvo que tomar una muy difícil decisión: enviar a Su propio Hijo
Jesucristo a morir en nuestro lugar para rescatarnos y, a la vez,
reconciliarnos con Dios el Padre.
Si usted aún no ha recibido a Jesús en su vida, y vive
todavía en la mentira del pecado, acérquese a Jesús, con una oración sencilla
como ésta, por ejemplo:
“Señor y Padre: vengo delante de Ti arrepentido de toda mi
maldad. Te ruego permitas a Tu Hijo Jesús entrar a mi vida, y me haga una
persona nueva, útil para toda buena obra y, sobre todo, para glorificarte a Ti.
Amén.”
No pierda el tiempo viviendo en la mentira del pecado ni
tampoco diciendo mentiras. Recuerde que Cristo espera por usted mientras usted
aún vive, porque después de muerto ya nada se puede hacer.
Dios les bendiga.
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